INTERES-TELAR
Son las cuatro y cincuenta de la mañana -el espacio que tengo en mi día para leer- y me encuentro un texto en esta segunda relectura del quijote que dice:
Yo fui loco, y ya soy cuerdo;
fui Don Quijote de la Mancha,
y soy ahora, como he dicho, Alonso Quijano el Bueno.
Pueda con mi arrepentimiento ser aceptado en la bondad infinita de Dios.
Me siento como el caballero de la triste figura, perdido perplejo -escribiendo un blog en pleno 2025, cuando nadie lee mas que estados de whatsapp- y es que no sé en qué momento de la vida terminé siendo coordinador de una pequeña sede de primaria y asumiendo unos retos los cuales no tengo la formación para afrontarlos
. Lo que sí sé es que esta gran responsabilidad —que, para ser sincero, aún estoy tratando de comprender del todo— me ha llenado el corazón de formas que jamás imaginé. Tanto así que, en este 2025, me he propuesto darle vida a una iniciativa del gobierno: la creación de los centros de interés dentro de nuestra institución.
Junto con la docente del PTA, hemos estado pensando en la mejor manera de hacer que esta idea realmente funcione. Para quienes no están familiarizados, los centros de interés son espacios donde los estudiantes aprenden cosas prácticas y significativas para la vida. Sin embargo, tradicionalmente se realizan en contra jornada, lo que plantea un gran desafío. ¿Cómo pedirle a un docente que dedique horas extra de su tiempo sin afectar su vida personal y familiar? Sabemos muy bien las responsabilidades que cada uno carga en lo laboral y en lo personal, así que esa no era una opción viable.
Fue entonces cuando nos surgió una idea diferente, una que nos entusiasmó muchísimo: en lugar de crear centros de interés, decidimos crear una escuela interesante. Y ahí vino la gran pregunta: ¿qué hace que una escuela sea interesante?
Lo primero que se me ocurrió es que una escuela no es interesante por sus reglas o por sus materias, sino por las personas que la habitan. Y si los profesores son el alma de la escuela, ¿por qué no empezar por ellos? Así que lancé una pregunta a mis compañeros docentes:
¿Qué te haría realmente feliz enseñar en la escuela?
¿Qué podrías hacer durante horas sin cansarte?
¿Qué podrías compartir con los estudiantes desde la pasión y no solo desde la obligación?
Lo más bonito fue ver sus respuestas. Unos dijeron que les encantaría enseñar sobre cine, otros soñaban con una huerta escolar, algunos mencionaron danzas, y hubo quien habló de emprendimiento con verdadera emoción.
El siguiente paso fue preguntar a los estudiantes:
“Tengo estas opciones que los profesores han propuesto con todo el corazón, ¿cuál de ellas te gustaría aprender?”
Así fuimos armando grupos donde un profesor que disfruta enseñando algo se encuentra con un alumno que disfruta aprendiendo lo mismo. Pero queríamos que la experiencia fuera realmente transformadora, así que establecimos unas reglas muy sencillas:
1. El día de los centros de interés no hay uniforme. Queremos que los niños se sientan cómodos y libres.
2. Prohibidos los cuadernos y los lapiceros. No estamos aquí para llenar hojas, sino para crear experiencias.
3. Cada grupo debe desarrollar un proyecto, pero sin papel ni escritos, sino con su mente, sus manos y su creatividad.
4. Cada grupo debe crear una identidad propia, como si fueran una tribu: un símbolo, un estandarte, un color que los distinga. Queremos que sientan el sentido de pertenencia y el trabajo en equipo.
Así nació nuestro proyecto, al que hemos llamado Inter-Interés Telares, porque es un gran telar tejido con los intereses de nuestros docentes y estudiantes.
Este es apenas el comienzo de una aventura educativa que nos llena de ilusión. Queremos que la escuela no sea solo un lugar donde se viene a aprender, sino un espacio donde cada persona encuentre un sentido, una pasión y un propósito. Porque al final del día, la educación no se trata solo de enseñar, sino de inspirar.
Y tú, si pudieras elegir, ¿qué te gustaría aprender?

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